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noviembre 22, 2012

Cádiz: encuentro(s) en tiempo(s) de crisis

La ciudad de Cádiz es históricamente famosa ya que allí se gestó la primera constitución española denominada la “Pepa” (1812). Cuando visité la ciudad en verano, se podía sentir en el ambiente la huella hispanoamericana. Constantemente se encuentran referencias, placas y monumentos que recuerdan esos lazos. La ciudad tiene un cierto ambiente señorial, sus estrechas callecillas llenas de casas primorosamente cuidadas y su cercanía al mar me hacían imaginar como un espacio apropiado para los encuentros cercanos.


Hace dos siglos, la particular geografía de la zona la hacía un lugar seguro frente al invasor francés. Al pasear por sus calles me imaginaba cómo sería el ambiente en el que se desarrollaron las Cortes. Un ambiente que propiciaba una cierta bohemia en medio de la amenaza, como nos da a entender una canción de la época [1]:


Con las bombas que tiran
los fanfarrones [los franceses]
se hacen las gaditanas [mujeres de Cádiz]
tirabuzones [rizo de cabello, largo y pendiente en espiral].


Más allá de lo anecdótico de la situación, la Pepa se gestó en un tiempo de crisis y decadencia del imperio español, de tal manera que Napoleón pasó de ser un aliado a una amenaza. Sin embargo, la crisis trajo su oportunidad, ya que por primera vez pensaron conjuntamente personas de “ambos hemisferios” (provenientes de España y las colonias). Uno de los americanos más influyentes como miembro de la Cámara fue José Mejía Lequerica. Este joven quiteño defendió ardorosamente la abolición de la inquisición y la libertad de imprenta.

Mejía Lequerica
El tiempo de crisis había logrado lo que en otras ocasiones había sido imposible: proyectar un sueño común de nación a través de la Constitución. Así, la crisis había sido ocasión para que se escuche atentamente la opinión de hombres provenientes de los pueblos americanos, si bien dicha representatividad era escasa, con la circunstancia adicional de que la participación de la mujer en las Cortes fue nula. Dicha carta constitucional nunca se aplicó al ser rechazada por rey Fernando VII, pero quedó el testimonio de una utopía. 

Sección del Monumento a las Cortes (ciudad de Cádiz)
Hace unos días, doscientos años después de la Pepa, se reunieron representantes de Iberoamérica en Cádiz para celebrar la “XXII Cumbre Iberoamericana”. Si bien es verdad que se trata de otro tiempo y otro contexto histórico, también es verdad que dichos encuentros  se celebran en tiempo de crisis... Ya no serán las “ex–colonias” a las que se les concede un espacio para escuchar su voz, sino que será el “ex-imperio” que quiere que se le escuche. La diferencia está en que hace 200 años la amenaza se veía clara: Napoleón y sus tropas. Hoy la amenaza es más compleja ya que se trata de la crisis de un sistema socioeconómico que con sus poderes de mercado traspasa fronteras nacionales. Las tropas amenazantes ya no son las de una caballería, sino que son las amenazas a los derechos básicos: salud, vivienda, trabajo, educación.  

En Cádiz se escucharon voces latinoamericanas contra el despojo causado por los desahucios por impago de hipotecas (presidente Rafael Correa); y contra una austeridad mal entendida, la presidenta Dilma Rousseff  ha advertido que “la retirada de derechos no puede ser la única respuesta para una crisis de deuda”. En todo caso, miles de latinoamericanos viven tierras ibéricas compartiendo la misma suerte, y cientos de ciudadanos españoles están marchándose hacia Latinoamérica. Me pregunto: ¿Será posible construir un sueño común iberoamericano que vaya más allá de los intereses de un mercado que cuida de los capitales pero descuida a los seres humanos?

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[1] Se puede escuchar la versión completa de esta graciosa canción en: http://www.youtube.com/watch?v=xNgQFIHWq5s


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