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agosto 15, 2011

La foto que debí haber tomado

Para versión en inglés, continuar abajo

Hace poco más de un mes brindé apoyo en un encuentro organizado por Jesuit Refugee Service (JRS) en Londres. Se trató de un momento celebrativo de verano, en el que se invitó a los refugiados y/o “asylum seekers” para que tengan un momento relajado de compartir la vida, cantar, o simplemente disfrutar de la conversación con otras personas. 

Mi tarea en el encuentro fue ser el fotógrafo oficial. No se trató solo de tomar fotos, sino de cumplir una serie de procedimientos. Una semana antes, se había informado que se captarían imágenes únicamente con autorización. En el día de fiesta, se tenía unas hojas en las que firmaban las personas que estaban de acuerdo con que se les tome fotos. Al evento asistieron unas 200 personas, por lo que era imposible tener total claridad sobre quiénes realmente querían fotos. Antes de presionar click, no solo pensaba en la composición fotográfica, sino también tenía que recordar si esa persona había firmado o no la autorización. Por otro lado, otras personas explícitamente me pedían fotos, y yo ni corto ni perezoso acudía feliz a su solicitud.

A la semana siguiente, expusimos varias de las fotos en las paredes del centro de atención en Londres. Una señora de Eritrea se reconoció en una foto con su niño y me pidió una copia. Otra señora del Congo quedó feliz al verse retratada cantando con micrófono en mano... En total, se llegó a imprimir como cuarenta copias.


Tomar un retrato fotográfico es acercarme un poquito
a ese misterio que constituye el otro ser humano. 

Luego de dos semanas, llegó Teresa,* una señora del Sudeste Asiático quien preguntó por su foto. Revisé los registros pero no había ninguna imagen. Ella había llegado tarde al encuentro y yo no había notado su presencia. Al ver las demás fotos de otras personas, ella tenía la expectativa de ver su foto. Al no encontrar su foto, se quedó triste hasta casi el punto de llorar. Yo le ofrecí tomar una nueva foto. Pero ella me dijo entre triste y enojada, que quería la “party picture”, es decir una foto de aquel momento festivo en que había ido con su mejor vestido. Evidentemente esto era imposible ya que el encuentro había pasado. Se trataba de una foto que debí haber tomado

La situación comprometida en la que me encontraba, me mostraba cuán significativo fue dicho encuentro para Teresa en particular, y para los otros refugiados en general. La fiesta fue un momento privilegiado puesto que se trató de un momento alegre en el que por un momento se ponían entre paréntesis las dificultades. Al mirarse en las fotos, las personas se re-conocieron desde lo mejor de ellas. Aquí se comprende por qué ellos me pidieron copia de su foto, ya que su imagen se torna un objeto simbólico de aquella alegría y esperanza deseada en tierra extranjera. Al no tomar la foto de Teresa, no había constancia de aquel momento. 

A la semana siguiente, hablé nuevamente con Teresa, reiterándole que podía tomarle la foto a pesar de que no sería una “party picture”. Ella finalmente aceptó. Logré adecuar un espacio bonito en una sala con fondo azul que generalmente se usa para reuniones. Ella vino con sus mejores galas y quedó feliz con su retrato fotográfico y pidió un par de copias. Al entregar la foto, me sentí feliz, era como si entregara un pequeño tesoro en el que ella se re-conocía y re-creaba a sí misma al verse retratada con una imagen digna, sonriente y esperanzadora.

* Nombre ficticio
P.D.: Ya que no volví a ver a Teresa, lastimosamente no conseguí autorización para publicar su retrato.


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The photo I should have taken

A little more than a month ago, I provided support to an event organized by Jesuit Refugee Service (JRS) in London. It was a party to celebrate summer, in which refugees and asylum seekers had a relaxed time sharing life, and enjoying the conversation among themselves.

My job at the meeting was to be the official photographer. It was not just taking pictures, but to fulfill a series of procedures. A week earlier, it was explained to the refugees that photographs will only be taken with permission. On the day of the party, there was a list where people gave their permission to take pictures. The event was attended by about 200 people, so it was impossible to have total control of who really wanted photos. Before pressing click, I not just thought about photographic composition, but also I had to remember if that person had signed the authorization or not. On the other hand, others explicitly asked to be photographed, and without thinking, I was happy to oblige.

The following week, we exhibited many of the pictures on the walls of the JRS – London Center. A woman from Eritrea was recognized in a picture with her child and she asked me for a copy. Another lady from Congo was happy to see herself portrayed singing with microphone in hand ... Overall, I printed out about forty copies.

After two weeks, Teresa,* a lady from the South East Asia asked for her photo. I checked the records but there was no image of her. She was late for the party and I had not noticed her presence. When she saw the pictures of other people, she was looking forward to seeing her photo. Not finding it, she was sad almost to the point of crying. I offered to take a new picture of her. But she told me between being sad and angry, that she wanted a "party picture" that is a picture at the event as she had gone with her best dress. Obviously this was impossible because the event was over. So, It was a picture I should have taken.

The difficult situation in which I was, showed me how significant was the encounter for Teresa in particular, and for other refugees in general. The party was a special moment because it was a joyful moment in which for a moment the difficulties were put on hold. While looking at the pictures, people recognize the best of them. Here I can understand why they asked me to copy their photo, the image becomes a symbolic object, that desired joy and hope in a foreign land. By not taking the photo of Teresa, there was no record of that moment.

The following week, I spoke to Teresa again, to reiterate that I could take her picture even though it would not be a "party picture". She finally agreed. I managed to adapt a nice space in a room with blue background that is usually used for meetings. She came in her best clothes and was happy with her portrait photo and asked for a couple of copies. By giving her the photo, I felt happy, it was like a little gift in which she was renewed and re-created herself to be portrayed in a dignified image with smile and hopeful.

It is a fictitious or assumed name.

6 comentarios:

  1. Vivencias y dignidad reflejadas en un acertado artículo que me hace sensible a los ojos de otro, que siempre estamos en la búsqueda de un mejor porvenir. Donde el "objetivo del desarrollo es la garantía de la dignidad humana"

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  2. Has retratado, textualmente hablando, un episodio que podía pasar desapercibido, pero el "encuadre" logrado hace que sea un relato único, de buena textura y con mucha luz para quienes te leemos. Gracias por compartirlo!!!. Te espero para la sesión de fotos que nos quedó pendientes por las calles de Quito, algún día será.

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  3. imagino la tristeza de Teresa... es precisamente esa la magia de la fotografia, la capacidad de plasmar en un segundo la vivencia de un momento de nuestra vida. No solo nos reconocemos en ellas, volvemos a vivir esos momentos...y cuando estamos al otro lado del lente..en cambio, queremos plasmar en una fotografia lo que nuestra alma ve y siente en ese momento. Que hermoso regalo diste a Teresa

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  5. Me hace pensar que la fotografía puede servir para que las personas que se enfrentan en algunos momentos a situaciones difíciles o a la indiferencia o incluso el desprecio de los demás, puedan sentirse por un momento como son: valiosos, especiales, únicos...
    f. Rocío Peláez

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  6. Querido Mauricio:

    Una experiencia enriquecedora en torno a la fotografía y más aún por la intención del encuentro con los "asylum seekers". Tu experiencia me recuerda al trabajo que realiza una fundación en Quito leyéndoles cuentos a los niños en la Plaza de San Francisco. Bajo una carpa, ni el sol ni la lluvia impedían esas tres a cuatro horas semanales de lectura con los muchachos.

    Varias veces me pregunté si realmente este tipo de iniciativas lograban cambiar en algo la situación de esos niños. Conversando con una amiga, ella me hizo ver que probablemente no, que talvez eran iniciativas pequeñas ante un problema mucho más complejo, pero que sin embargo su mérito estaba en ser "espacios para humanizar", para que los niños sean niños aunque sea por esas 3 a 4 horas a la semana.

    Al igual que los niños con la lectura, el encuentro de estas personas más allá de su condición de "asylum seekers", les reivindica como personas, les hace encontrar y encontrarse. En un contexto cruel que, a veces, destruye y fragmenta su historia, una simple fotografía es capaz de confrontarlos consigo mismos, de darles fuerzas para continuar su camino y seguir construyendo su historia.

    Un abrazo,

    Pablo

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