Me encanta caminar y observar lo que hay por la ciudad: su gente, calles, plazas y parques. A veces, si tengo tiempo suficiente, tomo otro rumbo solo para ver si me encuentro con algo novedoso al otro lado de la calle. En medio de esos recorridos, este fin de semana decidí cruzar el “atrio de las culturas” que queda en la Alhóndiga de Bilbao. En el amplio espacio se encontraban cuatro bailarinas repartidas en el atrio. Cada una tenía dos audífonos: uno pequeño para ellas mismas y otro audífono con un largo cable para cualquier pasante que quisiera escuchar y ver la danza que ellas realizaban frente al espectador. Esta performance artística se denominaba “Écoute pour voir” y era representada por el grupo canadiense “Danse Carpe Diem”. Las personas que pasaban por allí por casualidad – como yo - miraban el espectáculo y poco a poco se fueron animando adultos, jóvenes y hasta niños que participaban bajo la asombrada mirada de sus padres.
Como observé que la gente tomaba fotos libremente, yo también decidí tomar algunas (publicadas en mi blog); pero veía que era hora de dejar de escudarme tras la cámara y dar un paso al frente. Así que me pregunté: ¿por qué no participar? Me acerqué, y como llevaba una pesada mochila, la puse en el suelo. La artista se acercó, me puso el audífono y empezó una música que jamás había escuchado. Era una música instrumental y vocálica con sonidos graves y agudos muy variados. No podía decir que se trataba de una música tranquila, pero tampoco era estridente ni discordante. Era como el ritmo de la vida, con sus altos y bajos y ritmos alegres y tristes: una mezcla, un calidoscopio de sonidos coloridos. Mientras escuchaba la música, miraba a la bailarina; me hubiera gustado moverme, pero la consigna era clara: tenía que estar quieto, ya que quien tenía el poder de la danza era ella. Movimientos a veces lentos, a veces rápidos y violentos. Miradas, decididas, vacilantes, cercanas, lejanas…, danza vital que invitaba al encuentro más allá de las palabras. Al finalizar la danza, la joven me quita los audífonos y me dice “merci beaucoup!” (¡muchas gracias!). Yo conservaba todavía un cúmulo de sensaciones y quería articular palabras de agradecimiento, pero apenas pude decir un pobre y escueto “merci” con acento español.
El mundo contemporáneo nos abruma con sus exigencias de rapidez, eficiencia, y puntualidad. Diariamente cruzamos presurosos por espacios públicos de paso, sin historia, sin memoria; lugares que son “no lugares” (como afirma el antropólogo Marc Augé). Estamos llenos de rutinas que mecanizan e insensibilizan nuestras vidas, pero por suerte, hay formas en las que podemos escaparnos y rebelarnos a dicha mecanización. La meditación, la contemplación y el arte son algunas formas mediante las cuales podemos retomar nuestra sensibilidad y ser capaces de mirar más allá de lo evidente y mecánico. El Principito ya nos dijo que “lo esencial es invisible a los ojos”, y el arte tiene el potencial de acercarnos un poco más a aquello esencial del ser humano que no puede ser atrapado por la “técnica”. La experiencia artística “Écoute pour voir” es una escucha, una “sintonía” que nos invita a mirar a la otra persona que mediante su danza se nos entrega como un don que nos humaniza, nos devuelve la mirada de un niño y nos invita a lo trascendente.
me encantó tu artículo y una buena enseñanza. D debemos hacer una pausa para disfrutar de las detalles bellos que hay en nuestra ruta.
ResponderEliminarLinda experiência! A necessidade da pausa desarmada para, de fato, ouvir... Obrigada por compartilhá-la!
ResponderEliminarEl arte, como expresión de belleza que debe perfeccionarse con técnica constante, en cualquiera de sus fomas, es sin duda, un escape al mundo huracanado de tecnología que nos agobia imparablemente. Buen artículo Mauri, gracias por compartirlo !! ;)
ResponderEliminarExcelente cuando cambias la percepción de algo simple , pero tienes que ver los detalles que están ahi mediante un impulso que normalmente en lo cotidiano no lo haces ;y sin darte cuenta no los ves en otras ocasiones, buena !!
ResponderEliminarExcelente cuando cambias la percepción de algo simple , pero tienes que ver los detalles que están ahi mediante un impulso que normalmente en lo cotidiano no lo haces ;y sin darte cuenta no los ves en otras ocasiones, buena !!
ResponderEliminarMe hiciste pensar en las opciones de lo cotidiano, y sí, cerrar los ojos y escuchar es otra de los escapes de la rutina
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