Lector disfrutando del periódico en Alhóndiga |
Actualmente Bilbao es muy diferente de lo que fue hace una treintena de años. La gente adulta y de mediana edad la recuerda como una ciudad gris producto del humo de las fábricas de hierro y acero. En la transformación de la ciudad tuvo mucho que ver Iñaki Askuna, quien por su gestión como alcalde fue reelegido, llegando a gobernar la ciudad por casi 15 años (1999-2014). En su trayectoria ganó numerosos premios, uno de los cuales fue el de mejor alcalde del mundo (World Mayor Prize - 2012) concedido por The City Mayors Foundation. Hoy, en la Basílica de "Nuestra Señora de Begoña", los bilbaínos le dan su último adiós a su alcalde, quien llevaba años sufriendo un cáncer. Lo que me llama la atención son tres cosas de las que se hacen eco los medios de comunicación: su vida como servicio, su apertura al diálogo y su fe personal.
Recuerdo que hace unos años en un colegio pregunté a unos jóvenes que estaban próximos a graduarse: ¿Quién desea ser político? Nadie levantó la mano, porque asociaban el ser político con ser ladrón y corrupto. En un contexto general en el que la política se encuentra desacreditada, resulta gratificante que todavía hay casos en los que la política es vista como un servicio. Iñaki Azkuna fue un médico radiólogo que pasó de examinar pacientes a examinar con ojo clínico la ciudad, reconocer sus males y aplicar los correctivos necesarios. Lejos de usar la alcaldía para hacer un proselitismo que garantice el poder para su partido (Partido Nacionalista Vasco - PNV) Iñaki sirvió a su gente desde sus necesidades concretas.
En el servicio de la alcaldía Iñaki Azkuna se caracterizó por ser una persona de diálogo, característica reconocida por diversos sectores políticos y sociales. Lo sorprendente es que supo mantener el equilibrio en una época difícil, ya que tuvo que sortear no solamente diversas polarizaciones políticas (ya sea de gobiernos de izquierda o de derecha) con las típicas visiones políticas ya sea cercanas a la monarquía o a una visión más republicana, sumado a un tiempo difícil en el que estaba presente la violencia de ETA. En este contexto complejo, hubiera sido más fácil ponerse en uno u otro lado de la trinchera ideológica y cerrar filas frente al adversario político.
En medio de la lluvia, la gente contempla en el Ayuntamiento las flores en honor a Azkuna |
Finalmente, Azkuna fue un hombre de fe en el ser humano pero también en Dios. Como creyente católico, supo expresar su fe desde la sinceridad y sencillez. Alguna vez escribió una oración a la “Amatxu” (= madre en euskera) Andra Mari de Begoña (Nuestra Señora de Begoña) pidiendo intercesión por la ciudad. Al final de sus días, sabiendo que tenía los días contados por su cáncer, pidió “un funeral sencillo en el que la gente sencilla de Bilbao pudiera acompañarle”. La expresión pública de la fe de un alcalde resulta sorprendente más todavía en el contexto europeo secularizado, en donde la fe religiosa se considera un asunto totalmente privado, por lo que expresarlo públicamente es un asunto no bien visto, que evidentemente no da “puntos” a la hora de las elecciones. En España, el asunto se complica más por la historia del franquismo y lo que llaman el nacionalcatolicismo, que hasta ahora causa heridas y polarizaciones que entorpecen el diálogo.
En definitiva, Iñaki Azkuna fue un político que no se quedó como mero “funcionario” trabaja sin descuidar el cálculo político. El ser alcalde lo llevó como un servicio vital desde el amor a su ciudad y su gente. Por eso muchos lo recuerdan no como un funcionario, sino como un padre que pasó a ser casi como un patriarca que logró “refundar” la ciudad no desde el discurso proselitista, sino desde la acción. Por eso, como afirma el diario local “El Correo”, podemos decir que “Bilbao se queda huérfano”.
Gracias por compartir la calidez de un ser humano que es un ejemplo de servicio.
ResponderEliminarEjemplos como estos deben ser referente diario para el trabajo y servicio hacia los demás. Gracias por darlo a conocer al mundo
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