Renovarnos por el arte

En noviembre del 2007 estuve en un concierto programado por Omaha Area Youth Ochestras que en nuestro medio sería un equivalente a una Sinfónica Juvenil. El evento empezó con la participación de los más pequeños, con una edad de aproximadamente 5 años. El nerviosismo en algunos niños y niñas era evidente, pero otros se sentían como en casa y no les importaba estar en un gran escenario. Luego se presentaron niños y niñas hasta de una edad de 14 años y finalmente vino el plato fuerte con jóvenes de 15 a 18 años, en donde toda la sinfónica acompañó al joven Luke Witchger. Luke, con apenas 15 años, hizo que su violín cobre vida al interpretar con gran maestría una obra de Max Bruch. Al final del evento, escuché a una señora que dijo sentirse “transportada” por la música, mientras en otro lado unas dos niñitas pequeñas imitan los movimientos de su madre, que era la directora de orquesta.

El arte se expresa a través de la pintura, escultura, música, danza, teatro, etc. Pero también nos encontramos con el arte de la naturaleza, por ejemplo en aquel amanecer espléndido con contraste de colores, o en el imponente paisaje andino con sus inmensas montañas. A veces se cree que la capacidad de apreciar el arte y la belleza es para gente “culta” o gente con dinero que tiene mucho tiempo libre… Pero la verdad es que el arte es capaz de conmover a niños, jóvenes y adultos de todas las clases sociales.

Al apreciar el arte, por unos instantes nuestras preocupaciones cotidianas quedan en suspenso y se nos abre una puerta en donde otro modo de estar-en-el-mundo es posible. Se nos abre un espacio hacia la “trascendencia” que nos invita a ir más allá de los límites, y nos vemos a nosotros mismos como parte de esa gran familia humana y también como parte de esa creación de Dios que a su vez nos invita a crear. En definitiva, el arte nos purifica como si fuera una medicina para el alma que nos renueva para enfrentar los retos de la vida.

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Agradezco a la familia de Luke por su acogida.
Conoce a Luke Witchger.