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junio 10, 2020

Desencuentro en las calles

La Floresta (Foto: Peregrino)
Una calle de "La Floresta" en Quito (Foto: Peregrino)

Estoy listo para salir, luego de un par de semanas de permanecer dentro de casa. Me pongo la mascarilla y un sombrero para protegerme del fuerte sol quiteño. Voy en búsqueda de una farmacia pero se me hace difícil caminar y respirar con mascarilla bajo el sol; a pocas cuadras me la quito para respirar mejor y tomo la precaución de caminar por calles secundarias que apenas tienen gente. Observo a un señor que se ha bajado de su moto y se sienta en la vereda para hablar por su celular sobre un pedido. En los bajos de un edificio residencial se encuentran varias botellas de licor como mudos testigos de una celebración clandestina. Me acerco a la zona turística de La Mariscal, en otros tiempos ruidosa, pero en esta ocasión solo hay un silencio interrumpido por motos policiales. Paso cerca de un restaurante entreabierto y se escucha el lamento de la canción “Fatalidad” de Julio Jaramillo. Llego a la avenida Amazonas, me pongo nuevamente la mascarilla y parece que algunas farmacias han reinventado el negocio, ya que no recuerdo que en otras ocasiones estuviese el letrero “Se vende helados”. Me dirijo hacia allá. Tomo distancia de las dos personas que aguardan. El primero, es un joven que hace un largo pedido mientras con una mano lee el celular y con la otra sostiene un casco. Luego es atendido un señor vestido con un inmaculado terno blanco. Con acento brasileño pregunta por algo que no hay y se aleja desorientado. Hago la compra y retomo mi camino. Una señora y un joven venden de manera discreta mascarillas y guantes. Un poco más allá, dos venezolanos aguardan con su caja de venta de cigarrillos, mientras un indigente pide una moneda a los transeúntes. Regreso a casa con mis medicinas y con la soledad del desencuentro.

2 comentarios:

  1. Y ¿qué hace este peregrino con esa soledad en casa?

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  2. Hoo peregrino gracias por compartir Quito con covid desde tu sensibilidad

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